martes, 6 de octubre de 2009

Salvador Borrego E.


La unión del jefe con sus tropas, hasta la muerte misma, es un caso muy rara vez observado en la Historia. Desde Leónidas en las Termópilas no había vuelto a repetirse hasta la Cancillería de Berlín. Generalmente el jefe de un Estado vencido dimite o se vaal destierro; la unión parece siempre firme bajo los albores de la victoria, pero se esfuma impalpablemente en las sombrías horas de la derrota. Con Hitler no ocurrió así. Cuando nueve años antes de su última batalla celebraba el plebiscito que lo dio plenos poderes, dijo a sus soldados el 30 de Enero de 1936: "En la historia, ningún otro jefe está unido a sus partidarios como nosotros..." Y cuando juntos, tropas y Führer, llegaron en dura prueba hasta las ruinas de Berlín, esa confraternidad no se rompió. "Al recibir los partes de las penetraciones enemigas, Hitler comentó: "Siempre he dado órdenes a mis fuerzas para que no se retiren; ahora sólo me queda dar el ejemplo y ajustarme a mis propias órdenes". Dirijiéndose al Mariscal Keitel y a Bormann dijo: "No abandonaré nunca Berlín... ¡nunca!". "El día 22 de Abril de 1945 Hitler decidió que moriría ahí, en laCancillería, junto a sus soldados del Frente Oriental. "Ese día -20 Abril 1945-, Hitler tenía una profunda paz interior y parecía aguardar "la muerte como una liberación, luego de una vida dura preñada de dificultades". Salvador Borrego E.

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